LO QUE SE PUEDE VENDER
Quizás, pero solo quizás, lleve muchos años pensando qué es aquello que corrompe a las personas. A primera vista supuse que era el dinero, el poder, los bienes materiales por los que todo el mundo se pelea. Estaba equivocado y quizás lo siga estando cuando veo lo bajo que caemos al escuchar nuestro propio egoísmo; o mejor dicho, el desprecio que hacemos hacia los demás como consecuencia de dicho egocentrismo.
Pues ser egoísta lleva a la felicidad (según se refleja en la sociedad de nuestros días) o al menos así nos lo intentan vender en todos los medios, por esta razón, si preguntásemos a un sujeto que se haya desengañado sobre los auténticos menesteres de la vida, probablemente nos hablaría sobre la importancia del querer y ser querido por encima de las apariencias.
Cierto es que el que quiere no muere, pero el que es querido, si no tiene amor por si mismo habría perdido la batalla; y es que tan importante es uno como lo otro. Pero no debemos confundir el amor propio (todo lo que hacemos para querernos a nosotros mismos) con el egoísmo. Ni el egoísmo material con el “egoísmo”, ya que el primero es mucho más predecible y la huella es física, lo cojonudo es todo lo contrario, lo que realmente me hace temblar y llegar a odiar a todo cuanto me rodea. Ni si quiera el olfato del instinto me permite sentir cuando acecha este peligro.
Así pues, no tengo mayor decepción que cuando me venden pero no puedo ser comprado, que cuando me engañan después de haberme dado cuenta. Es difícil conocer los limites de cada uno, hasta qué punto puedes contar con cada persona, donde está la línea que separa el tú primero del “hasta aquí yo” y de encontrar un medidor de predisposición con el vecino.
Por otro lado somos humanos, no fieras que se pelean por la carroña como parecen demostrar algunos, fallamos por ambición, narcisismo o miedo (probablemente por falta de risa), pero fallamos. Todo porque tenemos un precio, alto o bajo, pero lo tenemos. En ocasiones nos lo ponemos nosotros mismos, en otras, los demás.
Como reza el lema de Master Card: hay cosas que no se pueden vender (sin embargo, se compran)
Pues ser egoísta lleva a la felicidad (según se refleja en la sociedad de nuestros días) o al menos así nos lo intentan vender en todos los medios, por esta razón, si preguntásemos a un sujeto que se haya desengañado sobre los auténticos menesteres de la vida, probablemente nos hablaría sobre la importancia del querer y ser querido por encima de las apariencias.
Cierto es que el que quiere no muere, pero el que es querido, si no tiene amor por si mismo habría perdido la batalla; y es que tan importante es uno como lo otro. Pero no debemos confundir el amor propio (todo lo que hacemos para querernos a nosotros mismos) con el egoísmo. Ni el egoísmo material con el “egoísmo”, ya que el primero es mucho más predecible y la huella es física, lo cojonudo es todo lo contrario, lo que realmente me hace temblar y llegar a odiar a todo cuanto me rodea. Ni si quiera el olfato del instinto me permite sentir cuando acecha este peligro.
Así pues, no tengo mayor decepción que cuando me venden pero no puedo ser comprado, que cuando me engañan después de haberme dado cuenta. Es difícil conocer los limites de cada uno, hasta qué punto puedes contar con cada persona, donde está la línea que separa el tú primero del “hasta aquí yo” y de encontrar un medidor de predisposición con el vecino.
Por otro lado somos humanos, no fieras que se pelean por la carroña como parecen demostrar algunos, fallamos por ambición, narcisismo o miedo (probablemente por falta de risa), pero fallamos. Todo porque tenemos un precio, alto o bajo, pero lo tenemos. En ocasiones nos lo ponemos nosotros mismos, en otras, los demás.
Como reza el lema de Master Card: hay cosas que no se pueden vender (sin embargo, se compran)
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